El advenimiento del fideicomiso trajo como novedad la posibilidad de encapsular parte del patrimonio.
El patrimonio que se destina a un negocio estructurado sobre la plataforma del fideicomiso sólo responderá frente a los acreedores de ese emprendimiento. De esta manera tiene lugar el nacimiento de lo que se conoce como “patrimonio de afectación”, que es una verdadera caja de seguridad jurídica.
Pero para ampliar aún más este último concepto, podemos mencionar otras características del fideicomiso. El inversor contará desde un primer momento con la información más relevante del desarrollo del negocio, como por ejemplo quien estará a cargo del management (fiduciario), cómo se desarrollará y en qué forma, qué fondos deberá aportar y en qué etapas, cuándo se liquidará el fideicomiso y en qué términos. Todo ello, junto a las cláusulas de ajuste necesarias para cada emprendimiento en particular, estará estipulado en el contrato que también funciona como una caja de seguridad jurídica.
Contar con toda la información relevante del negocio de antemano y tener protegido los aportes a través de la figura del patrimonio de afectación, brindará a los inversores, ya sean grandes o pequeños, la seguridad jurídica tan necesaria para el desarrollo de los negocios.
En resumen, el fideicomiso vino para cambiar la idea de que cada persona tiene un patrimonio único (cada parte tendrá su patrimonio personal y por otro lado tantos patrimonios como negocios en los que participe bajo la figura del fideicomiso) y a presentarse como una herramienta que le dará al inversor la posibilidad de participar en negocios con información y pautas definidas desde un primer momento o desde su ingreso al mismo.
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